Los gastos inesperados del mantenimiento o la actualización a las cada vez más abundantes normas de edificación, puede traernos más estrés y dolores de cabeza cuando falta una hoja de ruta y una previsión.
A menudo, elegimos invertir en lo que decidimos, en lo urgente o prioritario para salvarnos en un momento dado, sin darnos cuenta de que en realidad estamos inventando la realidad o la necesidad. Así relegamos a una segunda fila gastos que a priori están fuera de nuestras necesidades primarias: gastos del cuidado y mantenimiento, ya sea de nuestra salud, vehículo o vivienda.
¿Cuál es tu prioridad?
¿Quieres mantener sus condiciones básicas fundamentales?
Para que estas condiciones básicas permanezcan, actuemos desde el presente. Con la ayuda del Plan de uso y mantenimiento del edificio invertimos en algo económico: mantener y reparar periódicamente pequeños aspectos. Vamos poniendo el edificio en marcha. Evitamos gastos mayores debido a sorpresas, imprevistos, incidencias, y el inevitable deterioro por el mero paso del tiempo. Si por ejemplo, un seguro no cubre una incidencia por una “manifiesta falta de mantenimiento” como puede ocurrir con las goteras en el techo del ático, pensemos que nos estamos equivocando en algo: la ausencia de revisiones del tejado, del estado de las tejas o la capa de impermeabilización entre otros, y el desconocimiento sobre su situación, puede suponer una entrada de agua. Puede dañarse la estructura de soporte de la cubierta y los revestimientos interiores del techo de la vivienda bajo cubierta. Una patología así, una simple teja que se ha desplazado, la falta de conocimiento sobre su situación o el descuido, trae costes y reparaciones mayores que afectan a más elementos constructivos.
Un cambio de conciencia es necesario.
Elegir la inversión más conveniente para mantener las prestaciones de nuestras viviendas.